jueves, 10 de septiembre de 2009

Rafael Alberti. Oda a Platko




75 AÑOS DE LA ODA A PLATKO, DE ALBERTI 1928:



Gardel con Platko y Josep Samitier, jugadores del Barsa luego del partido.

Los Campos de Sport del Sardinero de Santander son escenario de la final de Copa de fútbol entre el F.C. Barcelona y la Real Sociedad de San Sebastián. Tres partidos van a ser necesarios para saber quién se proclama campeón (no existía entonces el lanzamiento final de penalties).


En el primero de esos partidos, jugado el día 20 de mayo, el portero del Barcelona, el húngaro Platko, se convirtió en héroe por su comportamiento. "Cuando la Real estaba achuchando la portería catalana, su delantero centro Cholin, en una posicion envidiable, avanzó hasta la portería. Cuando el gol parecía inevitable, el guardameta Platko realizó una gran estirada y se arrojó sobre el pie del jugador donostiarra conteniendo así el tiro, pero a cambio de recibir en la cabeza el golpe destinado al balón. La patada fue brutal, Platko quedó conmocionado y tuvieron que retirarle del campo para aplicarle 6 puntos de sutura en la herida ensangrentada." Como cuenta Sport Cantabria en un artículo que recomendamos, Platko volvió al juego con un aparatoso vendaje que perdería en el transcurso del juego.


El poeta Rafael Alberti, uno de los espectadores presentes en el campo, impresionado, dedicó al guardameta la siguiente oda, aparecida en la primera página del periódico "La Voz de Cantabria" del día 27 de mayo de 1928:

Platko años setentas
En 1928 el FC de Barcelona y el Real Sociedad jugaron en Santander la final de la Copa de España. Fué un duelo epico, pues hubo que disputar tres partidos para decidir el campeón (entonces no habia prorrogas, ni penaltis). En el definitivo, el hungaro Franz Platko, portero del Barça, se convirtió en heroe al detener varios goles marcados estando en precarias condiciones fisicas. Rafael Alberti, que vio el partido, contó impresionado como el guardameta "fué acometido furiosamente por los de la Real y quedó ensangrentado, sin sentido, pero con el balón entre los brazos... Luego reapareció, vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar". Los catalanes ganaron la copa y Alberti escribió su "Oda a Platko".





Oda a Platko


Ni el mar,que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,guardameta en el polvo,pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.

Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo.
!No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.

Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.

No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.

Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría
!Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.

Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platkotú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Rafael Alberti


Contraoda del poeta de la Real Sociedad - Gabriel Celaya (1911-1991)

"Y recuerdo también nuestra triple derrota en aquellos partidos frente al Barcelona que si nos ganó, no fue gracias a Platko sino por diez penaltis claros que nos robaron. Camisolas azules y blancas volaban al aire, felices, como pájaros libres, asaltaban la meta defendida con furia y nada pudo entonces toda la inteligencia y el despliegue de los donostiarras que luchaban entonces contra la rabia ciega y el barro, y las patadas, y un arbitro comprado. Todos lo recordamos y quizá mas que tu, mi querido Alberti, lo recuerdo yo, por que yo estaba allí, porque vi lo que vi, lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos y hay algo que no cambian los falsos resultados."



Gabriel Celaya





martes, 8 de septiembre de 2009

HORACIO QUIROGA.


El cuento que presentamos aquí, es un relato real de la muerte del futbolista Abdón Porte "el Indio" del Nacional de Montevideo, con la fría narrativa de Horacio Quiroga.



"JUAN POLTÍ, HALF-BACK"

Horacio Quiroga

Publicado en Atlántida, Buenos Aires, año I, N° 11, mayo 16, 1918, con un dibujo de Málaga Guenet.




Cuando un muchacho llega, por a o b, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremisiblemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven cora­zón. A veces pierde algo más, que después se encuentra en la lista de de­funciones.

Tal es el caso de Juan Poltí, half-back del Nacional de Montevideo. Como entrenamiento en el juego, el muchacho lo tenía a conciencia. Tenía, además, una cabeza muy dura, y ponía el cuerpo rígido como un taco al sal­tar: por lo cual jugaba al billar con la pelota, lanzándola de corrida hasta el mismo gol.

Poltí tenía veinte años, y había pisado la cancha a los quince, en un ignorado club de quinta categoría. Pero alguien del Nacional lo vio cabe­cear, comunicando en seguida a su gente. El Nacional lo contrató, y Poltí fue feliz.

Al muchacho le sobraba, naturalmente, fuego, y este brusco salto en la senda de la gloria lo hizo girar sobre sí mismo como un torbellino. Lle­gar desde una portería de juzgado a un ministerio, es cosa que razonable­mente puede marear: pero dormirse forward de un club desconocido y des­pertar half-back del Nacional, toca en lo delirante. Poltí deliraba, pateaba, y aprendía frases de efecto: "Yo, señor presidente, quiero honrar el baldón que me han confiado". El quería decir blasón, pero lo mismo daba, dado que el muchacho valía en la cancha lo que una o dos docenas de profesores en sus respectivas cátedras.

Sabía apenas escribir, y se le consiguió un empleo de archivista con 50 pesos oro. Dragoneaba furtivamente con mayor o menor lujo de palabras rebuscadas, y adquirió una novia en forma, con madre, hermanas y una ca­sa que él visitaba.

La gloria lo circundaba como un halo. "El día que no me encuentre más en forma", decía, "me pego un tiro". Una cabeza que piensa poco, y se usa, en cambio, como suela de taco de billar para recibir y contralanzar una pelota de fútbol que llega como una bala, puede convertirse en un caracol sopanto, donde el tronar de los aplausos repercute más de lo debido. Hay pequeñas roturas, pequeñas con­gestiones, y el resto. El half-back cabeceaba toda una tarde de internacio­nal. Sus cabezazos eran tan eficaces como las patadas del cuadro entero. Te­nía tres pies: ésta era su ventaja.

Pues bien: un día, Poltí comenzó a decaer. Nada muy sensible; pero la pelota partía demasiado a la derecha o demasiado a la izquierda; o dema­siado alto, o tomaba demasiado efecto. Cosas éstas todas que no engañaban a nadie sobre la decadencia del gran half-back. Sólo él se engañaba, y no era tarea amable hacérselo notar.

Corrió un año más, y la comisión se decidió al fin a reemplazarlo. Me­dida dura, si las hay, y que un club mastica meses enteros: porque es algo que llega al corazón de un muchacho que durante cuatro años ha sido la gloria de su campo.

Cómo lo supo Poltí antes de serle comunicado, o cómo lo previó –lo que es más posible–, son cosas que ignoramos. Pero lo cierto es que una noche el half-back salió contento de casa de su novia, porque había logra­do convencer a todos de que debía casarse el 3 del mes entrante, y no otro día. El 2 cumplía años ella, y se acabó.
Así fueron informados los muchachos esa misma noche en el club, por donde pasó Poltí hacia medianoche. Estuvo alegre y decidor como siempre. Estuvo un cuarto de hora, y después de confrontar, reloj en mano, la hora del último tranvía a la Unión, salió.

Esto es lo que se sabe de esa noche. Pero esa madrugada fue hallado el cuerpo del half-back acostado en la cancha, con el lado izquierdo del sa­co un poco levantado, y la mano derecha oculta bajo el saco. En la mano izquierda apretaba un papel, donde se leía:

"Querido doctor y presidente: Le recomiendo a mi vieja y a mi no­via. Usted sabe, mi querido doctor, por qué hago esto. ¡Viva el club Na­cional!"


Y más abajo, estos versos:


"Que siempre esté adelante
el club para nosotros anhelo.

Yo doy mi sangre
por todos mis compañeros,
ahora y siempre el club gigante.

¡Viva el club Nacional!"

El entierro del half-back Juan Poltí no tuvo, como acompañamiento de consternación, sino dos precedentes en Montevideo. Porque lo que lleva­ban a pulso, por espacio de una legua era el cadáver de una criatura fulmi­nada por la gloria, para resistir la cual es menester haber sufrido mucho tras su conquista. Nada, menos que la gloria, es gratuito. Y si se la obtiene así, se paga fatalmente con el ridículo, o con un revólver sobre el corazón.




Abdón Porte