¡Qué tiempos, oiga usted! Si parece que fue ayer... Mire, el otro día viendo esos programas de la Prego en la tele, le decía yo a mi hijo: acuérdate de la noche que nos dio Aurora con el parto y el jaleo que había en la calle con los mítines y las elecciones... La madre no quería fútbol. Quería médico o ingeniero o abogado, pero fútbol, no... Listo fue siempre, muy listo. Echó a andar pronto, rompió a hablar pronto. Todo lo hacía bien y rápido. Mucho talento, sí señor. Por eso la madre, natural, quería que estudiara carrera. Pero no hubo forma, oiga. ¡Qué afán con el balón...! Yo creo que esas cosas se heredan, como todo. Su abuelo, mi difunto marido, era loco por el fútbol...
Mire, hay uno, no sé si es de la Ser o de Cope esa, que dijo un día: Desde Gento no ha habido nadie que corra como Baldo... Pues fíjese qué orgullosa. A ver... Usted no sabe lo que es una abuela... Hombre, la madre ya va entrando. No entiende mucho, no, pero se da cuenta de lo que el chico vale. Además, lo que yo le digo: Pero hija, médicos y arquitectos buenos hay muchos, pero un deportista como Baldo, de ésos hay poquísimos... Que no, que no digo sólo por lo que ganan, aunque eso también es importante. Lo digo porque mientras juegan, mientras son jóvenes, son como reyes, como los reyes de ese mundo de ellos... Oiga usted, me acuerdo cuando le escogieron para los juveniles. En el colegio no vea usted. Del director hasta el último renacuajo de párvulos, estaban todos como locos...
Todo era Baldo por aquí y Baldo por allá y mi nuera con el morro torcido. Ya verá, me decía, éste no vuelve a tocar un libro en su vida... Y es que ella, mi nuera, vale mucho. Se ha preparado muy bien, ha estudiado mucho y está ahora de jefa de enfermeras en su planta, ahí en La Paz. Y ella, lo normal, quería que el chico hubiera estudiado para médico. El padre, mi hijo, ése es más fácil de convencer. Le dijo a Baldo: Tú entrenas pero sigues estudiando ¿eh? Que la vida del deporte es corta ¿y luego, qué? El que lo hizo bien fue Pirri, le decía. Le sacaba mucho a relucir al Pirri aquel que se casó con la Sonia Bruno, tan mona que era ¿no se acuerda usted? Bueno, pues Pirri estudió medicina deportiva y cuando dejó de jugar lo fichó el Madrid para médico del equipo y ahí lo tiene usted...
O vino o una cañita de cerveza de barril, eso era lo que se usaba... Pero no me quiero ir por las nubes que ya sé yo que a usted le interesa el niño, que usted quiere que le hable del niño... Me pone nerviosa con el cacharro ese de grabar. Ya, ya lo entiendo que si no, no puede escribirlo todo lo que le digo... Bueno pues el niño se crió muy bien... No, el abuelo no lo llegó a conocer. Murió joven. Vamos, que era joven para morirse. Cincuenta y cinco años tenía. Llegó un día a casa, blanco como esa pared. Me dijo: Ábreme la cama María, que no puedo más. Le había dado un dolor así, de repente en los riñones... Total, que no le veían nada claro, que lo llevaron al hospital y al fin... No, no conoció al nieto...
Ahora que eso sí, yo me compré un piso cerquita, pequeño, muy mono, pero aparte. Yo le dije a mi hijo: Mira, cerca sí. Pero independiente... Que sé yo lo que pasa con las suegras, que no es lo mismo vivir con una hija que con una nuera... Esto no se le ocurra ponerlo ¿eh? que mi nuera es muy buena chica, pero no es lo mismo... Esa gloria no me la dio Dios, tener una hija.
Pero me dio cuatro hombres, el marido, los dos hijos y este nieto, el Baldo que ha sido mi alegría desde que nació... Me lo traían aquí cuando se iban a trabajar y aquí se pasaba todo el día. Pero si a este niño lo he criado yo más que su madre... La de biberones, pañales, termómetros que habré gastado yo con él. Así que me adora. Pregúntele a él... Bueno, no le pregunte que ya sabe como son los chicos, les da vergüenza decir que te quieren. Y encima éste, que están deseando que hable, que diga algo para sacarlo en las revistas...
Baldo, le pusieron así por el padre de ella, el otro abuelo, se crió muy bien. Fuerte y sano. Nunca estuvo malo de importancia. Algún catarrillo, la tripa, lo normal. Un niño muy alegre, muy juguetón. ¡Qué energía! No paraba quieto. Cuando empezó a andar me lo llevaba al parquecito de aquí al lado y allí se desahogaba. Luego dormía la siesta como un tronco. No fue al colegio hasta los cinco años porque me tenía a mí ¿y quién le iba a cuidar mejor? Luego cuando empezó a ir yo le iba a llevar y a recoger. Me decían las señoritas: Vaya nieto que tiene usted, qué listo y qué bueno... que es lo que quiere oír una abuela... Me acuerdo el día que me dijo una de ellas: Su nieto va para futbolista. Porque desde muy pronto, eso sí, le encantaba la pelota. Como a todos, claro... ¿Estudiante? Era bueno. Le gustaban y le gustan las matemáticas. Lo que más. Y dibuja muy bien...
Con el pie en el balón apoyándolo, sujetándolo para que no se le escape... Hombre, el futuro nadie lo conoce, pero digo yo que si se tuerce la cosa podrá seguir con los estudios aunque sea de noche y trabajando de día, que no será el primero que lo hace. Y siempre tendrá el recuerdo de lo que fue... Además a él le quiere todo el mundo porque es muy buen compañero para todos. Si te quejas de que uno le ha dado un empujón o un golpe fuerte, él dice: ¿tú qué sabes, abuela?... Y de los árbitros, y de las tarjetas... No hay quien le hable de eso... Mire, yo también le pregunté una vez lo que usted me pregunta a mí, que por qué quería ser profesional en el fútbol. Y él me contestó: Porque quiero ser el mejor en algo y en esto lo voy a poder ser, estoy seguro... Allí sí que se me escaparon las lágrimas. Porque me acordé de lo que contaba mi marido del Coppi, ese ciclista italiano, que decía: Todos los hombres son iguales pero hay algunos más iguales... Y mi niño quería ser de los que no son iguales... Si yo creyera en algo, que no creo, Si creyera que el abuelo le puede ver a mi Baldo desde allá arriba por un agujerito. Que puede ver a mi nieto matándose por ser el mejor...